[sustran] enero a escala humana

Carlos Cordero Velásquez ccordero at amauta.rcp.net.pe
Tue Jan 13 13:29:46 JST 2004


CICLORED
El boletín del transporte a escala humana
Enero, 04

La culpable

Sábado en la noche con nombre de telenovela: La culpable. Así se llama la
amable casa galería en Barranco y tampoco es culpa mía. Fiesta en medio de
una exposición artística, lo cual es hasta redundante porque un tono es
también una exhibición, donde todos se exponen a los otros y uno nunca sabe
si es exhibidor o exhibido, o si es lo mismo. El DJ se esfuerza por pasar de
la música cubana de los cincuenta a un mix que incluye The Knack y quien
sabe que otros ingredientes, pero le queda bien la movida y la gente se
relaja nomás.

La chela hace efecto y se asienta pero al rato hay que irse porque la fiesta
amenaza para largo y el cuerpo esta noche tira para corto. Sales, caminas la
callecita y cruzas el puente y la bajada a los baños que te lleva al otro
barrio. Ya estas en dirección a casa, listo para el sobre, cuando escuchas
la discusión y ves de reojo la pareja detrás de ti. Reconoces a la mujer que
camina con el tipo. Ella, antigua conocida y casi vecina, él, cara reciente.
Ambos te siguen la ruta mientras argumentan algo que amenaza malograr la
noche. Como bateando, volteas, irrumpes y cortas en seco el rollo que se
torna agrio: "Hola, aquí nomás en La Culpable hay una fiesta, ¿ por qué no
se van por allá, se divierten un rato, en vez de andar discutiendo por la
calle?"  El tipo recibe el impacto verbal, reclina el torso a una pared
imposible, me mira sorprendido y declara K.O. técnico; ella ausculta como
empezando a reconocerme y acto seguido él le dice a ella: "Sí, claro, ¿por
qué no vamos?" . Ella se asegura, preguntándome,  ¿de verdad  hay una
fiesta?, afirmo y confirmo: "por supuesto, de allá vengo, ya en plan
guardado".  La discusión no va más y la pareja cambia de ruta oral y física,
al menos por ahora.

Se ríen  abrazados. La Culpable los espera y tal vez no nos demos cuenta y
sólo seamos la noche y su relevo, el ajedrez vital y el recambio permanente
que exige la vida, su giro inesperado, su tortuoso camino. Camino también:
por única vez inocencia de la tierra y lado oscuro del diablo; encarnación
de la tranquilidad y el domingo que asoma.

Hace un par de semanas

Lo veo en la calle, parado en la esquina esperando transporte, abraza al
otro semejante, se despide, detenido en la arbitraria frontera del tiempo.
Empieza a tirar dedo a la vida que pasa. El año nuevo.

El viaducto a ninguna parte

Cuántas escaleras, cuántas nuevas veredas, cuántos centros urbanos
renovados, cuántos árboles plantados, cuántas rampas para descapacitados,
cuánto más para el bus y la bici, cuánta capacitación para funcionarios,
cuánta cuenta con el presente y el futuro puede ser saldada con los veinte
millones de dólares que se propone gastar la alcaldía de Lima en un viaducto
de un kilómetro para carros sobre la avenida Javier Prado que nadie pide y
nadie necesita.  El viaducto a ninguna, pero las preguntas de todas partes.

La invitación

Verano en el jardín. Bajo el peral, chispeantes insectos. Ellos zumbaban; yo
canturreaba con ellos. Estaba sujetando una malva a un bastón, quitando
malas hierbas, haciendo esto y lo otro, entre una cosa y otra, nada.

Entonces me habló una abeja:

- Hoy se casa nuestra reina  - dijo - . Mi pueblo y yo necesitamos un
padrino.
     Te hemos elegido a ti.

Me quité la tierra seca de los dedos.

- Gracias  - dije - ¿Qué debo ponerme?
- Alas   - dijo la abeja.

(Jurg Schubiger. Cuando el mundo era joven todavía. Ed. Anaya, 1997)


Desde el pasillo

Ni en la sopa de pollo ni en el avión me gusta el ala, así que bienvenido el
pasillo y sus correrías. Paga tu impuesto y ponte a esperar en la sala de
siempre.

El perfume antecede a la aeromoza pero su verdadera carta de presentación es
el par de tetas que se acaba de comprar: de invencible gravedad, pelo
recogido y traje sastre, ensaya  la coreografía de la seguridad, seria pero
amable cierra y abre cinturón, estirada pero flexible las puertas de salida
ubicadas ... ¿ se puede decir también aeromozos?

La revista de couché infaltable recomienda la soya, pero en el almuerzo no
asoma aunque en la esquina de la bandeja navega un trozo de pan que en vez
del horno parece venir del refrigerador. Debe ser marca Colomba -esos que no
se  parten ni con comba-. No ayudan los cubiertos de plástico, ni la
prohibición de serruchos y otros objetos metálicos, gracias a la
imperecedera alianza de los talibanes musulmanes de Afganistán y  a los
talibanes cristianos de Washington. Mejor te pasas a la ensalada nomás.

Regreso el domingo y el periódico ya está en ese día, el partido Perú vs
Brasil, la collera de estrellas, un equipo de 270 millones de dólares en
contratos, blablabla. Si ganamos fiesta nacional, si perdemos día de los
muertos. ¿ y si empatamos?  Seguro la vida sigue, contra esa tendencia
maniaco depresiva del fútbol y su vocación de columpio mecedor del ánimo
nacional. Suave con el postre, que la altura golpea.

En el plano de Cochabamba, la 23 de marzo se mueve, girando levemente hacia
el N-O, donde cambia de nombre y se llama Av. Rivereña, en el plano semeja
una guadaña urbana, por el nombre y el trazo alguna vez hubo agua allí,
habrá que ver. La propaganda de Lux dice que si lo usas, encuentras a la
Giselle Bundchen que hay en ti. En cambio la de Longines que la elegancia
es actitud, con foto de Bogart y la Hepburn incluida, se nota que no venden
jabones.

En el aire del avión, la presurización parece contener cera liquida, te tapa
las orejas y no se puede saltar en un pie para despejarlas en el baño porque
te destrozas la cabeza contra el techo. Mejor te olvidas del asunto y te
pones el cinturón que ya viene el rock and roll andino, la turbulencia
típica al cruzar la cordillera. Con tanto zamaqueo no se puede ni escribir.
Por suerte ya están pasando las montañas, el cielo se pone celeste y la
señora a mi costado pega la nariz a la ventana, el bluedipintodiblue se va
otra vez entre sombras de montaña y todavía no asoma la paz, La Paz. La vida
siempre llena de  mayúsculas y minúsculas.

El asiento recto y confirma el cinturón a la barriga que ya pasa el guardián
de pelo recogido, llena el formulario que ya llegamos. Al borde de la
montaña los vestigios del sol, piensas y miras sus sobras desperdigadas en
las faldas. Los campos salpicados de ciudad. El pajarraco cabecea, listo
para picar de la olla urbana,  pasito tun tun,  golpe seco y terra firme.
Ah! Bolivia, pequeña hermanita, cuánto tiempo sin vernos.

&&&

Otra vez, el lobby de los cielos, la escala, la sala de tránsito, la ruta a
Santa Cruz, desde la Paz, absurda antesala de Cochabamba. Cada ciudad tiene
cara diferente en Bolivia, rostro de varios países, arcoiris cultural y
otro que se rebela contra el siguiente. No parece, pero hace unas semanas se
trajeron abajo al presidente del weird accent. El gas nuestro de cada día,
el hastío universal de la política y algunos políticos.


&&&

Se acaba la historia, termina el partido de los asientos estrechos y
pasillos eficientes; reclinas la testa, enchufas a Sabina en pleno éxodo de
oscuras golondrinas, la noche se abre y a través de la ventana vecina que
rechazaste sólo se ven las luces, la inmensa telaraña nocturna. Todas las
ciudades semejan de noche y arriba la misma feria de diversiones: las tiras
de focos y luces alrededor del carrusel, lustrosas, contando las miles de
historias que les viven dentro.


Noche de caza (19/12/03)

El silencio se apodera de la ciudad y el tráfico que se evapora. El refugio
masivo de las casas, las vidrieras con TV, los bares y restaurantes. No hay
temor,  acaso expectativa y esperanza. Los periódicos hablan de desgobierno,
la ministra de cuatro días a punto de irse. ¿La calle? vestida de otra cosa
es presentimiento, júbilo reprimido y victoria. La larga espera que termina,
la noche de caza: los guerreros rojos salen a la cancha.

Sí

El pie que pisa tiene leyes que escapan al dolor. Caben niños ahí, amor
amargo, el camino que va. Así se cose el corazón al cuerpo y el filo de la
luz se afila. Limpiar los polvos de la derrota.

            Sí.
(Juan Gelman, Valer la pena)


Piropo ontológico

Se lo suelta de golpe, aire escapando de un zeppelín, así nomás, como quien
pregunta la hora: ¿Usted existe?.
La mujer no sabe responder, la boca disuelta en azúcar.
El inquisidor se desvanece en la tarde.



Elogio de la dificultad

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una
manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces
comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una
vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por
tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada,
una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos
afortunadamente inexistentes.

Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque
constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica.

Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de
las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad
garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas.

Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente
en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en
aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la
frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos
mal.

En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que
estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un
idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en
última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la
que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas
nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa
sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.
En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas,
queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada
por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí
han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del
paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.

Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino
milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy,
los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de
una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido
alcanzados por la gracia -por la desgracia- de alguna revelación.

El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos
se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del
fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista.
Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran
inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de
pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan
inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no
son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien
máscaras de malignos propósitos.

En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia
al otro -y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo-, o se procede a
un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta
el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda
diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está
completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un
verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega
total a la "causa" absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición
o como agresión.

Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con
sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica
exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el
desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar
todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia
macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente
divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la
interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso
particular -todos lo son- como la designación misma de la realidad y los
otros como ceguera o mentira.

El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan
con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una
palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la
necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad
exaltada por la participación, separan un interior bueno -el grupo- y un
exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye
mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo
extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más
espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que
precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una
inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y
desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad,
sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte
y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que
genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la
crítica, el amor y el respeto.

Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los
grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron
extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto.

No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la
vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males
menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha
abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo
adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la
gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas. Y
como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse
allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad
exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa.

No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en
consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una critica,
válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla
desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca;
porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el
hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su
falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la
realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo
peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la
concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier
tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran
tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se
reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.

Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es
generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente
se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces,
casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo
cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en
la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y
que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue
siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo
individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo
hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente
superior.

Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos
hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad
diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil,
pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la
diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que
enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin
lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna
del aburrimiento satisfecho.

Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no
solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la
predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación,
ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades...

(Fragmento del discurso de Estanislao Zuleta en 1980 al recibir el título de
Doctor Honoris Causa en Sicología de la Universidad del Valle)


El servidor

Antes el servidor era una persona. Atento o seguro servidor, pero una
persona. Sin segura servidora, ni distinción de genero, pero todavía una
persona.
Ahora un servidor es  una maquina por la que pasa este mensaje.

La larga ruta

Hay una lenta pero persistente movida entre los ciclistas latinomericanos,
se llama Cicloamérica. Como es habitual en estos tiempos, todo empezó con
una lista de interés en Internet y con el reconocimiento mutuo de diversos
esfuerzos e intereses que recorren el noble oficio de los pedales en
distintos países. Hay de todo como en botica: interesados en proyectos
grandiosos como una sola ruta ciclista para América latina y gente más
preocupada por su entorno y los problemas locales. Viejos y jóvenes,
anarcosindicalistas, libertarios y despreocupados, experimentados y
aprendices, del norte y México, del sur y Chile y de todos los que estamos
en el medio. El viejo emblema de la diversidad, la antigua dificultad de
entenderse en un solo idioma  pero en muchas actitudes  e historias propias.
Se anuncia próximo congreso en Santiago para Mayo, a guardar pan y estirar
las piernas entonces.


Después de ver la película Traffic

Por las calles no sé, va. No se va. Nose va. Nose which goes.


Phone home

Un sondeo realizado por la revista Empire a más de 5.000 espectadores,
señaló que "millones de personas quedaron cautivadas cuando el
extraterrestre viaja en bicicleta con su amigo Elliott a la luz de la luna".
De acuerdo con la encuesta, la imagen del filme ET de Steven Spielberg de
1982 "se convirtió en el ícono más importante de la magia del cine".

Segunda en la lista fue elegida la escena de la película "Big", en la que
Tom Hanks interpreta a un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, cuando
toca un piano gigante en una tienda de juguetes de Nueva York. Otras escenas
elegidas entre las diez mejores, fueron el baile de Gene Kelly en "Singing
In The Rain", el momento en que Winona Ryder se enamora de Johnny Depp en el
filme "El Hombre manos de tijera" al esculpir una imagen de un bloque de
hielo y la caminata romántica por Nueva York entre Woody Allen y Diane
Keaton en "Manhattan".

Si lo notan, todas las escenas, con excepción de "Big"  transcurren en
espacios abiertos y públicos y se mueven a pie o en bicicleta. El cine como
añoranza de la vida moderna.
A pesar que la muestra sólo parece incluir cine de los EE. UU., la selección
es interesante y sorprende en un cine que glosa en cantidades industriales
choques y persecuciones que sin embargo nadie recuerda. Por simple
precaución no deberíamos olvidar ese triste artificio de neumáticos
chirriantes, de metal en colisión, de pistas y arranques violentos. Sería
como pecar, como olvidar los miles de atropellados que no gozarán después la
otra fama, la del día siguiente en la rutinaria página del diario, cuando ya
no estén.


Escrito en la pared, a dos cuadras de casa

"Deje aquí su corazón (razón los sábados)"


Carlos Cordero Velásquez
CICLORED - Centro de Asesoría
y Capacitación para el Transporte
y Ambiente

Pasaje Lavalle 110 -
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telf: (51 1) 4671322



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